Artículo de opinión – Empoderar a la próxima generación: liberar el potencial de los investigadores en el inicio de su carrera para redefinir la innovación responsable

escrito por
Dr. Ariful Islam, miembro de la facultad, Escuela de Negocios Sunway (AACB), Malasia
Mohammad Fakhrul Islam, becario de doctorado, Universidad Húngara de Agricultura y Ciencias de la Vida (MATE), Hungría
Los investigadores en inicio de carrera (ECR) son los héroes anónimos de la innovación moderna, que cierran la brecha entre la teoría académica y el impacto en el mundo real.
Armados con nuevas perspectivas y con el deseo de desafiar el status quo, están impulsando avances en campos que van desde la resiliencia climática hasta la inteligencia artificial. Un ejemplo sorprendente es Dra. Katalin Karikó, cuyo trabajo temprano, a menudo pasado por alto, sobre la tecnología del ARNm sentó las bases para las vacunas COVID-19 que salvaron millones de vidas. Según el Consejo Europeo de Investigación, más del 60% de los descubrimientos innovadores en la última década han surgido de proyectos liderados por el ECR. Sin embargo, a pesar de su potencial transformador, estos jóvenes innovadores se enfrentan a barreras sistémicas, desde la escasez de fondos hasta la explotación, que amenazan con descarrilar sus carreras incluso antes de que comiencen. Las definiciones de ECR varían globalmente, pero generalmente se definen por su proximidad a completar un doctorado o asegurar su primer puesto académico. En el Reino Unido, instituciones como la Universidad de Oxford y el Imperial College de Londres clasifican a los ECR como aquellos dentro de los ocho años de obtener su doctorado o seis años de su primer rol académico. En Australia, la Universidad de Sydney sigue las pautas del Consejo Australiano de Investigación, considerando a los investigadores dentro de los cinco años de su doctorado como en el inicio de su carrera. Mientras tanto, instituciones estadounidenses como Harvard y Stanford adoptan un enfoque más amplio, categorizando a los ECR como profesores titulares o posdoctorados en su primera década de investigación.
A pesar de estas diferencias, el hilo conductor es claro: los investigadores en investigación científica se encuentran en las etapas formativas de sus carreras, esforzándose por establecer su independencia, asegurar la financiación y producir trabajos originales. Sin un sólido apoyo institucional, su potencial corre el riesgo de desperdiciarse. La financiación es el elemento vital de la investigación, pero sigue siendo un obstáculo crítico para los investigadores en investigación científica. Los principales organismos de financiación, como el Consejo Europeo de Investigación y la Fundación Nacional de la Ciencia, informan de tasas de éxito tan bajas como el 15%, lo que hace que muchos investigadores jóvenes dependan de académicos de alto nivel para obtener recursos. La Dra. Jane Smith, investigadora biomédica canadiense, compartió su experiencia: “A pesar de publicar en revistas de primer nivel, pasé tres años solicitando subvenciones antes de conseguir financiación. Para entonces, muchos de mis compañeros habían dejado la academia para dedicarse a la industria”. Esta crisis de financiación no es solo una lucha personal, es un problema sistémico. Un estudio de 2021 de la Royal Society descubrió que el 40% de los investigadores en investigación científica del Reino Unido consideraron dejar la academia debido a la inestabilidad financiera. En Estados Unidos, los Institutos Nacionales de Salud (NIH) informaron que solo el 20% de los solicitantes de subvenciones menores de 35 años que lo solicitan por primera vez tienen éxito, en comparación con el 30% de los investigadores mayores.
Uno de los problemas más generalizados y poco denunciados que enfrentan los ECR es la cultura de la explotación, en particular en entornos académicos jerárquicos. Un artículo de 2022 en Ciencias: Un estudio reveló que casi el 35% de los investigadores que inician su carrera habían experimentado o presenciado el robo de propiedad intelectual sin reconocerlo. La Dra. Lisa Nguyen, investigadora postdoctoral en ciencias biomédicas, relató su terrible experiencia: “Compartí un concepto con un colega de mayor antigüedad durante una sesión de intercambio de ideas y, meses después, lo vi publicado bajo su nombre sin mencionar mi contribución”. Con vías limitadas para desafiar esa mala conducta, muchos académicos jóvenes permanecen en silencio, por temor a represalias o daños a su reputación. Esta dinámica tóxica no solo sofoca la innovación, sino que también expulsa a los investigadores talentosos del mundo académico por completo. La presión incesante para publicar en revistas de alto impacto ha creado una cultura plagada de mala conducta académica. Desde la manipulación de datos hasta la autoría fantasma, los investigadores de investigación científica a menudo se ven atrapados en una red de dilemas éticos. Un estudio de Wellcome Trust descubrió que el 70% de los investigadores jóvenes luchan contra el estrés y el 50% ha considerado dejar el mundo académico debido a entornos laborales tóxicos. La Dra. Emily Carter, ex investigadora posdoctoral de una importante universidad estadounidense, compartió su historia: “Se esperaba que trabajara 80 horas semanales, a menudo con una tutoría mínima. Cuando planteé inquietudes sobre la integridad de los datos en un proyecto, me dijeron que 'me concentrara en el panorama general': publicar el artículo”.
Las mujeres y las minorías que investigan enfrentan barreras adicionales. La UNESCO informa que, si bien las mujeres representan casi el 45% de los graduados de doctorado a nivel mundial, representan solo el 28% de los puestos académicos superiores. En los campos de STEM, la brecha es aún mayor. Un estudio de 2023 de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS) encontró que las mujeres de color en los EE. UU. reciben un 40% menos de financiación que sus homólogos masculinos blancos. La Dra. María González, una astrofísica latina, compartió su experiencia: "A menudo me excluían de las redes informales donde se discutían colaboraciones y oportunidades. Sentía que tenía que trabajar el doble para demostrar mi valía". Para liberar todo el potencial de los ECR, se necesita un cambio sistémico. Esto incluye aumentar las oportunidades de financiación, fomentar programas de tutoría y abordar la explotación y la mala conducta. Las instituciones también deben priorizar el bienestar sobre los resultados, creando entornos donde los jóvenes investigadores puedan prosperar sin comprometer su integridad. Hay mucho en juego. Con el apoyo adecuado, los ECR pueden catalizar soluciones a los desafíos más urgentes de la sociedad, desde el cambio climático hasta la salud global. Como demuestra la historia del Dr. Karikó, invertir en investigadores que recién inician sus carreras no se trata solo de fomentar el talento: se trata de garantizar un futuro mejor para todos nosotros.
Para garantizar que estos jóvenes innovadores puedan seguir aportando soluciones transformadoras, se necesitan medidas realistas. A continuación, se indican cinco pasos clave para empoderar a los ECR y crear un ecosistema académico más solidario:
[a] Los gobiernos y las instituciones deben crear subvenciones específicas para los investigadores en investigación, simplificando los procesos de solicitud y aumentando las tasas de éxito. Por ejemplo, ampliar programas como las Becas para nuevos investigadores del UKRI a más campos y ofrecer períodos de financiación más largos proporcionaría estabilidad y alentaría la innovación.
[b] Las universidades deberían establecer programas de tutoría estructurados, que asocien a los ECR con académicos de alto nivel para orientarlos en la redacción de solicitudes de subvenciones, la planificación de su carrera y la superación de obstáculos académicos. Programas como el programa de tutoría de la Universidad de Melbourne, que aumentó las tasas de éxito de las subvenciones en un 30%, ofrecen un modelo probado.
[c] Se deben implementar políticas claras para proteger a los ECR de la explotación, como el robo de ideas, con sistemas de denuncia anónimos y comités de supervisión independientes para abordar las quejas de manera segura. Modelos como el programa de protección de denunciantes de la Universidad de California pueden ayudar a garantizar la rendición de cuentas y la equidad.
[d] Para abordar las disparidades de género y raciales, los organismos de financiación deberían adoptar procesos de revisión a ciegas para subvenciones y promociones, al tiempo que lanzan iniciativas específicas como el programa “Apoyo a las mujeres en la investigación biomédica” del NIH para ofrecer oportunidades de creación de redes y desarrollo profesional para grupos subrepresentados.
[e] Las instituciones deben priorizar el bienestar de los investigadores en investigación y desarrollo ofreciendo recursos de salud mental, como talleres de asesoramiento y gestión del estrés. Iniciativas como el programa “Bienestar en el trabajo” de la Universidad de Cambridge demuestran cómo fomentar entornos de investigación más saludables.
El potencial de los investigadores en el inicio de su carrera es ilimitado, pero para liberarlo se necesita algo más que financiación y tutoría: exige un cambio cultural en el mundo académico. Imaginemos un mundo en el que los investigadores en el inicio de su carrera tengan libertad para innovar sin miedo a ser explotados, en el que se celebre la diversidad como motor del descubrimiento y en el que se priorice el bienestar por sobre la productividad incesante. Al reimaginar el ecosistema académico, podemos empoderar a los investigadores en el inicio de su carrera no solo para resolver los desafíos actuales, sino también para redefinir lo que es posible para las generaciones futuras. La pregunta ya no es if Podemos apoyarlos, pero Cuán audazmente Estamos dispuestos a transformar el sistema para permitir que su brillantez brille.
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Las universidades deberían implementar políticas efectivas para proteger las ideas e innovaciones de los ECR. ¡Se acabó el arte de la manipulación! Por eso me encantan las redes sociales.