¿Debería Hungría o la UE regular Internet o las plataformas de redes sociales como Facebook?
Observaciones del eurodiputado de Jobbik Márton Gyöngyösi:
Las reglas y normas fundamentales de las interacciones sociales deben haber sido definidas por las primeras comunidades prehistóricas. Sabemos esto con certeza ya que ninguna comunidad humana puede funcionar sin tales reglas. A lo largo de la historia, nuestras sociedades siempre se han esforzado por exponer los elementos clave de estas normas de cooperación y comportamiento en forma escrita y legal. Estas costumbres y reglas pertenecen a los elementos más importantes de las civilizaciones humanas, mientras que sus variaciones potenciales forman las líneas de separación entre las diferentes culturas.
Desde la expansión de Internet, ha habido un debate continuo sobre cómo la regulación de las plataformas digitales debe relacionarse con las normas habituales de la “vida real”.
¿Necesitamos alguna regulación en absoluto? El problema se ha vuelto cada vez más apremiante recientemente.
En los albores de Internet, el acceso a la red mundial estaba limitado a un grupo relativamente pequeño de personas que, debido a su socialización, ya tenían ciertas normas e ideas comunes sobre las actividades en línea, pero esta situación ha cambiado fundamentalmente desde entonces. En primer lugar, Internet se ha convertido en una plataforma intergeneracional e intercultural de uso común y, en segundo lugar, la aparición de las redes sociales ha elevado la interactividad en línea a un nivel completamente nuevo. Estas tendencias se intensificaron aún más por los bloqueos pandémicos que obligaron a tales masas de personas frente a las pantallas que, de lo contrario, probablemente se habrían perdido para el mundo digital.
Donde en el día a día aparecen tantas personas, tantas opiniones y tantas noticias, es fácil que se produzcan verdaderas situaciones de emergencia si no existe una normativa. La década de 2000 nos mostró el tipo de espacio que Internet podría dar a la libertad de expresión y al diálogo social, mientras
La década de 2010 reveló la desafortunada verdad de que Internet también otorga un espacio casi ilimitado para las ideologías extremistas.
Además, también quedó claro que se pueden formar grupos altamente peligrosos y cámaras de eco incluso en Estados Unidos o en cualquier otro lugar del mundo desarrollado, y no solo en el Medio Oriente que ya lucha con graves problemas sociales.
En ese sentido, basta recordar el clima extremadamente intenso de las elecciones presidenciales estadounidenses, o el asedio al Capitolio de los Estados Unidos.
Por supuesto, los políticos populistas ya se han dado cuenta de estas tendencias. De hecho, fueron los primeros en aprovechar las oportunidades que ofrecen Facebook, Twitter y otras plataformas. Y ahora,
los políticos populistas que ya se han asegurado un firme control del poder en sus propios países están planteando cada vez con más frecuencia el tema de la regulación de las redes sociales e Internet.
Como último ejemplo, el cada vez más dictatorial partido gobernante de Hungría, Fidesz, acaba de anunciar que adoptará una ley para regular las empresas tecnológicas. Por supuesto, no tenemos ninguna duda de cuáles son sus verdaderas intenciones bajo los habituales mensajes populistas sobre los derechos de las personas: lo que realmente quieren es proporcionar protección legal para el discurso de odio y las campañas difamatorias del gobierno, ahora como siempre, así como para por sabotear el trabajo de la oposición.
En un lado de la balanza, tenemos el peligro real que surge de la falta de regulación de Internet, mientras que en el otro lado tenemos las manipulaciones de los populistas que desean afianzar sus puntos de vista extremistas con regulaciones. ¿Qué podemos hacer en esta situación?
En mi opinión, si entendemos que una parte importante de nuestra vida transcurre ahora en línea, entonces debemos ser capaces de declarar que la "autorregulación" del sistema ya no es suficiente y
se necesita algún tipo de regulación legal,
como lo fue cuando se crearon los primeros estados o cuando se intensificó la motorización. Por otro lado, también debemos evitar que la regulación conduzca a la restricción de la libertad de expresión o socave los valores asociados con Internet y las redes sociales.
La regulación debe ser un proceso muy sensible y afinado, similar a la forma en que un país democrático es capaz de salvaguardar la seguridad de sus ciudadanos al mismo tiempo que garantiza sus derechos humanos.
Debido a la naturaleza de Internet, es probable que las nuevas reglas se establezcan a nivel transnacional porque esta es la única forma de garantizar la igualdad de derechos para los usuarios de Internet, independientemente de su nacionalidad, y de evitar que los políticos populistas lleven a cabo sus agendas antidemocráticas.
A nivel nacional, puede ser recomendable considerar la creación de una Oficina del Defensor del Pueblo para Internet,
que velaría por la libertad de expresión y ofrecería propuestas para eliminar los riesgos que genera Internet. Estoy convencido de que si nos centramos en los derechos y la seguridad de las personas, podemos crear un sistema europeo proporcionado que no restrinja la libertad y de hecho apoye el libre acceso a la información desmantelando las cámaras de eco. En cuanto a esta última cuestión, creo que, como ya explicábamos en el programa de Jobbik para las elecciones al Parlamento Europeo de 2019, el papel central en la solución lo podría desempeñar un servicio de comunicación público europeo que utilizaría medios informativos “clásicos” y plataformas en línea para dar forma al discurso público democrático y luchar contra las noticias falsas.
Creo que las medidas anteriores serían un paso importante hacia la creación de una comunidad europea fuerte y democrática.
Fuente: gyongyosimarton.com
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